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13/11/2019

Porco Rosso: "Prefiero ser un cerdo, a ser un fascista", y otros grandes ejemplos de Ghibli con la revolución

La contingencia nos recuerda que a veces tenemos que revisitar algunas películas

Por Cristóbal "Rakun" Matteucci 

 

Toda persona ha visto alguna película de Studio Ghibli alguna vez, o en su defecto, ha escuchado hablar del estudio. Con un poco de trasfondo bastará para pensar dos veces lo que vemos en pantalla, por eso mismo revisamos algunos ejemplos de revolución que nos ha dejado el estudio, entre ellos Porco Rosso, un soldado que prefería “ser un cerdo, a ser un fascista”.

Podríamos esperar mucho de un estudio que comenzó con “El castillo en el cielo” como su película inaugural (Nausicaä fue estrenada antes de la fundación oficial, chale) pues bien sabemos que Laputa nos abrazó cálidamente en el terreno que le correspondía, esa isla flotante custodiaba ciertos poderes y secretos que podrían haber hecho muy bien a la humanidad, pero claramente un grupo reducido de personas cuya hostilidad estaba por delante querrían hacer un mal uso de tal poder, ¿te suena parecido? ¿has visto antes un mal uso de recursos naturales por parte de personas cuyo criterio podría ser cuestionado? No lo sé, tú dime.



Uff, pero bueno, ¿qué locura no? En pleno 1986 ya teníamos animaciones que nos hacían pensar un poco más, oriente siempre ha tenido un tanto más de conciencia al respecto. Si bien la preocupación ambiental no es algo exclusivo de Studio Ghibli, si es algo que podríamos decir le concierne y ha sido parte de su línea.

La tumba de las luciérnagas nos mostró las atrocidades de la guerra en una película que marcó otro hito, en 1988 la palpitante herida de la Segunda Guerra Mundial era ilustrada por la mente de Isao Takahata (1935-2018). Su película hasta el día de hoy la podemos ver en cines, ciclos de animación y más, el impacto de un par de hermanos que lo habían perdido todo a causa de bombardeos, así como ver a sus familiares un tanto arrogantes causó que tuviéramos una muestra de lo que Japón crudamente sufrió, de cierta forma es un legado histórico del actuar humano haciendo uso de la animación como expresión.

Luego de ello, los años nos trajeron otras cintas, como Pompoko, La Princesa Mononoke, y quién nos dejó el enunciado del titular, Porco Rosso.

La resistencia, educación y guerra



Pompoko es una película muchas veces conocida por el humor y la ternura que causan los mapaches protagónicos de la historia, así como sus técnicas de guerra (en las que no vamos a profundizar… por hoy). Fueron un grupo de mapaches que se organizaron para proteger el terreno que les competía, la realidad incómoda que conlleva el avance de la tecnología, donde siempre deberán atacar a la naturaleza, pues “si la humanidad necesita donde vivir o hacia donde avanzar” los bosques son algo que no le van a importar mucho, ya saben, esas empresas transnacionales de forestales toman lo que pueden, no sería extraño el día de hoy ver como personas se alzan en su contra por saqueos que fueron permitidos por poseedores de corbatas. Hoy se considera que podemos hacer cambios con activistas locales, internacionales y representantes de movimientos, como Greta Thunberg, quién si bien ha sido un tanto criticada por medios, al menos es una voz que nos ha aportado en la concientización del cambio climático, Pompoko por su lado nos enseñó sobre la pérdida de tradiciones, ¿pero acaso cuidar a la naturaleza no era una tradición en algún momento? Ya que valientes guerreros mamíferos se alzaron contra las máquinas y policías, son cosas que de cierta forma hemos visto actualmente, pues territorios que fueron tomados a la fuerza también están entre las demandas que se buscan resolver.

Luego tenemos al más grande estandarte de guerra contra la autoridad del mundo de la animación oriental, La princesa Mononoke, una cinta que nos presentó a un privilegiado príncipe en un viaje a tierras lejanas con la finalidad de acabar una maldición, pero se encontró con un despertar del bosque contra la humanidad que estaba buscando apoderarse de sus tierras, matando dioses, criaturas y todo lo que estaba a su alcance, todo por el precio de la metalurgia. Lady Eboshi era la antagonista, quién “era la mala”, pero hasta cierto punto, pues le daba trabajo a quién estaba en mayor desamparo, ¿pero eso la hacía una buena persona? Es algo que también está en cuestión hoy. Si los puestos de trabajo valen la pena ante la adversidad de ciertas empresas, por eso las calles se están llenando de personas que saben la importancia de una manifestación, así como San lo sabía, que no tuvo duda alguna al momento de ir contra la máxima autoridad en una noche que terminó en llamas. Ashitaka en ese momento hizo lo que pudo para evitar un conflicto que estaba mermado por el odio, si bien ambos bandos tenían un motivo para pelear, ni San ni Lady Eboshi habrían llegado a buen puerto si se enfrentaban hasta el final esa noche. Ashitaka nos demostró que la violencia no es la única forma, pero dialogar no siempre es lo más funcional, Okkoto (Dios jabalí) y su gente estaban dispuestos a dejarlo todo con tal de entregar un mensaje, de luchar sin importar lo que perdieran, si su vida se iba, sería por la causa que le acontece, Okkoto estaba ciego, como muchas personas hoy, pero aún así podía ver que algo tenía que solucionarse.



Finalmente, Porco Rosso, piloto de la Primera Guerra Mundial, que decidió abandonar las filas del ejército. Su historia se centró en como siguió una vida de cazarrecompensas que frustraba piratas y claro, tiempos bélicos se aproximaban, por lo que sus habilidades en el vuelo eran más que requeridas, pero la resistencia era mayor y como dijo “Prefiero ser un cerdo, a ser un fascista”. Con tal declaración la película nos entregó un claro mensaje, Miyazaki no es un hombre que se apasione por la guerra, por el contrario, antes de lanzar la película estaba consciente de los sucesos que rodeaban a Yugoslavia, es más, la cinta iba a ser un cortometraje que una aerolínea quería, pero aquello pasó de ser casi un anuncio publicitario, a ser toda una película en búsqueda de un mensaje: el pacifismo.

Pero no confundamos pacifismo con pasividad, por mucha paz que queramos, no significa que por ello no podamos manifestarnos. Las marchas han sido los estandartes de los actuales tiempos en Chile, así como Porco tenía su consigna, el pueblo también se ha manifestado buscando la dignidad, que incluso causó el cambio del nombre de la Plaza Italia a Plaza Dignidad en Google Maps.



La icónica frase de la película la podemos considerar como si fuera una metáfora, como si ser un cerdo es algo peor que un fascista, recordemos que ser aquello es más que solamente un militar, como tal es algo que provenía de Italia (de donde venía nuestro querido piloto), pero con el tiempo pasó a ser una característica de gobiernos autoritarios, dictaduras, que al pasar de los años alcanzó otra definición, por ejemplo que sería donde la supremacía política por parte del Estado llevaría a un capitalismo monopolista. Con el contexto actual, ya no es necesario comparar nada con animales de granja, pues en cierta forma, ¿qué culpa tiene un animal de que se le atribuyen cosas negativas? Por eso, hoy Porco Rosso se nos presenta, y tal vez ya no diremos que preferimos ser cerdos a fascistas, pues preferimos ser personas con dignidad a fascistas.

Para cerrar les dejamos unas palabras de una literata fanática del anime que nos compartió respecto a Studio Ghibli: “Studio Ghibli, como bien sabemos, encanta a su público con su mágica narrativa, la cual nos enseña distintos aspectos del ser humano, desde Laputa hasta El Viento se Levanta, es posible apreciar las distintas aristas de la vida, además de la magia que empapa sus relatos. Es esta magia y dulzura las que permiten además mostrar los aspectos más crudos de la existencia, como en La Princesa Mononoke, donde vemos la destrucción sistemática de la naturaleza y de la espiritualidad asociada a ella, en El Viento se Levanta, donde Jiro tan solo quiere construir aviones hermosos que son utilizados como maquinaria de guerra, o La tumba de las luciérnagas, que nos muestra la crudeza de la WWII desde los ojos de dos huérfanos desamparados, y así hay más ejemplos en Howls moving Castle, Chihiro, Porco Rosso, en los que los protagonistas luchan no solo contra sus demonios internos, sino contra un sistema que los oprime a ellos y a otros seres humanos, sometidos bajo el poder de un patrón, un monarca nefasto o el ejército, y es así como los héroes generan una resistencia. La resistencia en el bosque, luchando contra el progreso destructor, Chihiro contra una patrona que roba la identidad de sus trabajadores, Porco contra el fascismo, todos tienen una lucha personal que se convierte en resistencia, una resistencia quizá no tan clara y patente como en Star Wars, por ejemplo, sino que es algo que nace desde la interioridad, desde una crítica -y también autocrítica- al sistema impuesto, que llevará a los distintos personajes a encontrar la fuerza y el valor para continuar su camino, sin embargo, he aquí una gran diferencia con la mayor parte de las luchas personales o contra el sistema, la resistencia nace desde el amor. El amor a la libertad, a sus seres queridos, a la naturaleza, un amor por el cual vale la pena arriesgar o perder la vida, un amor que redime en algunos casos a sus villanos. No es sorprendente encontrarnos en la contingencia actual con frases como “lucha como la princesa Mononoke” o “prefiero ser un cerdo que un fascista”, pues estos héroes 2D son referentes y la encarnación de todo lo que está pasando, una lucha personal, que ha unido distintas generaciones, realidades socioeconómicas que vamos en pro del mismo objetivo: dignidad para el pueblo ¿y cuál es nuestra arma? El amor y el animé.” María Jesús López Engel, Licenciada en Literatura y Lingüística Hispánicas.

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